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martes, 3 de junio de 2014

Ebelina 32


El A-migo tiene a una especie de fraterno en Esiquio.
Es así su elección. Otra garra, o un consuelo…
Sus otras elecciones posibles: las bóvedas
astutas pero fácilmente reseñables,
que hacen temblar territorios
ante la sola cercanía de semejante cooperación.
También la disfonía, el disfavor, los disfraces disimétricos.
O los lugares desiertos de la disfamia, tan cruel.
Tanto dis, tanta entraña llena de óxido,
juego de palabras entrañando otras contemplaciones.
Esiquio y A-migo invariablemente miran.
Sus miradas de vaca ponen límites a los diagnósticos apresurados
Están presentes los disparadores disimulados y el terror
en mi intuición, displicente, usual y femenina,
que intenta llenarse de amuletos
por las dudas.

Otra escena que finaliza en el comienzo. Esiquio mirando. El A-migo mirando. Al lado, Ebelina, que sonríe a todo ensayo y a todo hecho. Lo demás: extras.


® Mabel Bellante, 1995

2 comentarios:

  1. No tiene ni una palabra que le sobre ni alguna que le falte, quise leerlo en voz baja pero no pude, tuve que bajar el volumen de la música para poder escucharme cuando lo leía. Por favor, decíme que esto lo retrabajaste un par de veces antes de publicarlo. No hay ser humano que pueda escribir así de primera intención.
    Esto es poesía.

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